Título en español: Con solo mirarte
Dirección y guión: Rodrigo García.
País: USA.
Año: 2000.
Duración: 109 min.
Interpretación: Glenn Close, Cameron Diaz, Calista Flockhart, Kathy Baker, Amy Brenneman, Valeria Golino, Irma St. Paule, Holly Hunter, Gregory Hines, Penny Allen, Matt Craven, Miguel Sandoval, Noah Fleiss, Danny Woodburn, Penny Allen.
Producción: Jon Avnet, Lisa Lindstrom y Marsha Oglesby.
Música: Edward Shearmur.
Fotografía: Emmanuel Lubezki.
Montaje: Amy E. Duddleston.
Diseño de producción: Jerry Fleming.
Vestuario: George L. Little.
Decorados: Betty Berberian.
Sinopsis: Cuenta la historia de varias mujeres en cinco capitulos. El cuarto capitulo narra la historia de Christine interpretado por Calista Flockart y Lilly interpretada por Valerie Golino quien es su pareja y está aquejada de una enfermedad terminal.
Trailer:
Crítica:
(Miguel Á. Refoyo - labutaca.net)
Hermoso y sencillo poema al mundo femenino. El debut de Rodrigo García es un intenso drama coral que profundiza en la infelicidad y los sueños de la mujer moderna.
Rotundo, intenso y emotivo. Así se muestra uno de los principios filmo-gráficos más esperanzadores del cine independiente norteamericano. Rodri-go García, hijo del célebre novelista Gabriel García Márquez y hasta ahora director de fotografía de filmes como ‘Four Rooms’ o ‘Mi vida loca’, debuta con esta pequeña obra pro-mocionada por el Festival de Sundance que, en Estados Unidos, se estrenó directamente en vídeo y televisión. En España hemos tenido mucha más suerte por ver en la gran pantalla esta cinta coral de sentimientos que cuenta cinco historias sobre la provi-dencia y la escasez emocional de siete mujeres que sufren y ríen, lloran y escuchan, viven y mueren. Con una desbordante natura-lidad, ternura y primor García compone un intensivo fresco social buceando en la complejidad femenina, en el universo de la mujer moderna, en sus inquietudes y temores, acercándose a la realidad de un modo sinuoso, pero a la vez límpido, sin pudor. En su debut, el joven cineasta ofrece una difícil visión, casi tortuosa, de unas vidas en las que la confusión emocional de este universo fe-menino se fusiona con la soledad, el desamor, la necesidad de cariño y la eterna búsqueda de la felicidad como constan-te vital, mecanismos románticos que forman los cimientos de una hermosa película establecida como uno de los más bellos himnos a la mujer del cine actual. Sentimientos superpuestos a una actitud ante la vida sublimados por una categórica diversidad de caracteres analizados exhaustivamente, en la que la heterogeneidad de los personajes creados con mimo y sosiego por parte de García encuentra su hábitat en un espléndido guión tejido con devo-ción, entrelazando las historias sutilmente y de manera in-sondable.
Cinco mundos que recogen fábulas realistas sobre el aislamiento emocio-nal, el vacío existencial apuntillado con un aborto, los últimos momentos de felicidad ante una muerte anun-ciada, la necesidad de compartir y la tierna visión de una ciega respecto al amor y la vida tienen lugar en el co-razón de San Fernando Valley, el mismo barrio donde Paul Thomas Anderson situó, no de forma casual, su obra maestra ‘Magnolia’. Un film con el que este primer trabajo comparte un significativo tono melancólico y una historia coral de personajes desarraigados en busca de una felicidad que parece darles la espalda. Los perso-najes elaborados por Rodrigo García son mujeres carentes de afec-to, de comprensión, que no encuentran en su día a día respuestas a su soledad. Mujeres llenas de dudas sobre sí mismas surgidas ya sea por las cartas de tarot, por una ‘homeless’ que actúa como sacerdotisa, por una relación pasajera, por un enano o por el suicidio de una antigua compañera de instituto. Un penetrante recorrido a través del alma femenina que indaga en la mujer de un modo preciso y puntillista, pero a su vez apasionado y sincero, escarbando en los problemas de sus roles protagonistas con una delicadeza discreta, sin dejarse llevar por el dramatismo que ema-nan sus amargas vidas.
Rodrigo García, gran conocedor del oficio, utiliza su dilatada experiencia para narrar estas vidas cruzadas sin ningún tipo de artificio, buscando en todo momento la máxima sim-plicidad en cada plano, dejando que sean las actrices las que mar-quen la pauta dramática de la acción. Bajo la suave partitura de Edward Sharmur, esta pequeña joya, una de las películas imprescindibles de este año, pondera su efecto con la impagable aportación de un reparto que se nutre de unas interpretaciones llevadas al extremo, soberbias composicio-nes de todas y cada una de sus actrices. Desde las inmensas creaciones habituales de Kathy Baker, Glenn Close y Holly Hunter, destacando el desgarro emocional que vierten Calista Flockhart y Valeria Golino hasta la demostración de un sobrado talento por parte de lo mejor de la función, volcado en los personajes de Amy Brenneman y, sobre todas ellas, una solemne Cameron Diaz.
‘Cosas que le diría con sólo mirarla’ compone así una triste fábula sobre el desconsuelo, sobre la infelicidad que provocan todos esos problemas ordi-narios que tiene todo hijo de vecino y que suele encontrar su pilar paliativo en el pocas veces verdadero amor. Un sentimiento que para estas siete mu-jeres es tan necesario como esquivo, pero al fin y al cabo, esperan-zador y cercano (como bien demuestra ese ilusorio final). Estamos pues ante una gran película independiente que invoca al espíritu mágico de un sufrimiento oculto en la ilusión, en el destino, en la pretensión de todo ser humano por conseguir la ansiada felicidad, en ese azar que trae la calma o en el caso más dramático, la arrebata.
(Julio Rodríguez Chico - labutaca.net)
El alma femenina que habla al mundo. En su debut como director, Rodrigo García –hijo del escritor García Márquez– bucea en el alma femenina para sacar a flote la complejidad de su mundo afectivo y mostrarnos la realidad doliente de unas mujeres sumidas en la soledad. Se trata de un nuevo retrato coral –al estilo de Vidas cruzadas de Altman o de Magnolia de P. T. Anderson– construido a través de cinco historias, con personajes que se entrecruzan en los distintos episodios, y que tienen el mismo mensaje: la necesidad de alguien que nos ame.
Comienza la película con la escena de una joven que se ha suicidado por sobredosis de pastillas; con esta ima-gen queda claro el precipicio al que se asoma la mujer que no tiene con quién compartir la vida. A continua-ción se nos irán presentando cinco historias alternas de mujeres guapas y con la vida resuelta, pero a las que les llega el momento de resolver su vida afectiva. Glenn Close da vida a una doctora angustiada por la soledad, y que consulta a una vidente de cartas para descubrir si encontrará al hombre que busca; Rebeca, una directora bancaria, decide acabar con la vida que un niño no deseado, fruto de una relación pasajera; una madre separada dedicada a escribir cuentos infantiles encontrará en su nuevo vecino –un enano de trato afable– al hombre que llene el vacío afectivo; Ally y Valeria viven el ocaso de sus relaciones lésbicas ante la inminente muerte de la segunda, enferma de sida; y por último, Amy encontrará a su hombre tras una vida abnegada cuidando de su hermana ciega, interpretada por Cameron Díaz.
Hay que alabar la mirada poética y humana con que el debutante director escruta el interior siempre complejo del alma femenina. Y que sepa trasmitirnos el estado de fragilidad de esas mujeres que buscan ocultar sus anhelos íntimos, a las que una vida resuelta en lo material no es suficiente para colmar sus ansias de felicidad. Pero decir que es una mirada humana no significa que sea profun-da porque no acierta a desentrañar las causas de esos miedos a la soledad y de esos desequilibrios emocionales. Nos presenta un panorama de familias rotas, donde la figura del padre no aparece o si lo hace es de forma adúltera, una sociedad donde el aborto es practicado como si se tratara de extirpar un grano, donde se da más crédito al tarot que a la ciencia médica, o donde lo importante es pedir amor –aunque éste sea de índole homosexual– más que darlo, como dirá la mendiga a Rebeca. Con esta desorientación y caos moral, con esta amalgama de sentimientos no resulta extraño que sus personajes sufran lo indecible.
La película progresa por la buena construcción del guión –premiado en Sudance–, con un ritmo pausa-do y un correcto engarzamiento de las historias, así como por el con-trapunto del que se sirve para acercar esas vidas de "mujeres de película" al espectador, a través de un enano o de un forense de lo más ordinario, o de un par de canarios enjaulados. También resulta acertada la espléndida interpretación del carrusel de mujeres, entre las que merece una mención especial Glenn Close (que sólo con los gestos de su cara nos da a conocer lo que ha sido su vida) y Kathy Baker (en el episodio más lírico y espe-ranzador de todos).
Tenemos, pues, un drama adulto, una mirada poética a la intimidad de la mujer de nuestro tiempo, que adolece de la profundidad de planteamientos que nuestra sociedad tampoco ha encon-trado, pero que refleja adecuadamente la crisis de quien forja su vida sobre una independencia que pronto se convierte en soledad.
Dirección y guión: Rodrigo García.
País: USA.
Año: 2000.
Duración: 109 min.
Interpretación: Glenn Close, Cameron Diaz, Calista Flockhart, Kathy Baker, Amy Brenneman, Valeria Golino, Irma St. Paule, Holly Hunter, Gregory Hines, Penny Allen, Matt Craven, Miguel Sandoval, Noah Fleiss, Danny Woodburn, Penny Allen.
Producción: Jon Avnet, Lisa Lindstrom y Marsha Oglesby.
Música: Edward Shearmur.
Fotografía: Emmanuel Lubezki.
Montaje: Amy E. Duddleston.
Diseño de producción: Jerry Fleming.
Vestuario: George L. Little.
Decorados: Betty Berberian.
Sinopsis: Cuenta la historia de varias mujeres en cinco capitulos. El cuarto capitulo narra la historia de Christine interpretado por Calista Flockart y Lilly interpretada por Valerie Golino quien es su pareja y está aquejada de una enfermedad terminal.
Trailer:
Crítica:
(Miguel Á. Refoyo - labutaca.net)
Hermoso y sencillo poema al mundo femenino. El debut de Rodrigo García es un intenso drama coral que profundiza en la infelicidad y los sueños de la mujer moderna.
Rotundo, intenso y emotivo. Así se muestra uno de los principios filmo-gráficos más esperanzadores del cine independiente norteamericano. Rodri-go García, hijo del célebre novelista Gabriel García Márquez y hasta ahora director de fotografía de filmes como ‘Four Rooms’ o ‘Mi vida loca’, debuta con esta pequeña obra pro-mocionada por el Festival de Sundance que, en Estados Unidos, se estrenó directamente en vídeo y televisión. En España hemos tenido mucha más suerte por ver en la gran pantalla esta cinta coral de sentimientos que cuenta cinco historias sobre la provi-dencia y la escasez emocional de siete mujeres que sufren y ríen, lloran y escuchan, viven y mueren. Con una desbordante natura-lidad, ternura y primor García compone un intensivo fresco social buceando en la complejidad femenina, en el universo de la mujer moderna, en sus inquietudes y temores, acercándose a la realidad de un modo sinuoso, pero a la vez límpido, sin pudor. En su debut, el joven cineasta ofrece una difícil visión, casi tortuosa, de unas vidas en las que la confusión emocional de este universo fe-menino se fusiona con la soledad, el desamor, la necesidad de cariño y la eterna búsqueda de la felicidad como constan-te vital, mecanismos románticos que forman los cimientos de una hermosa película establecida como uno de los más bellos himnos a la mujer del cine actual. Sentimientos superpuestos a una actitud ante la vida sublimados por una categórica diversidad de caracteres analizados exhaustivamente, en la que la heterogeneidad de los personajes creados con mimo y sosiego por parte de García encuentra su hábitat en un espléndido guión tejido con devo-ción, entrelazando las historias sutilmente y de manera in-sondable.
Cinco mundos que recogen fábulas realistas sobre el aislamiento emocio-nal, el vacío existencial apuntillado con un aborto, los últimos momentos de felicidad ante una muerte anun-ciada, la necesidad de compartir y la tierna visión de una ciega respecto al amor y la vida tienen lugar en el co-razón de San Fernando Valley, el mismo barrio donde Paul Thomas Anderson situó, no de forma casual, su obra maestra ‘Magnolia’. Un film con el que este primer trabajo comparte un significativo tono melancólico y una historia coral de personajes desarraigados en busca de una felicidad que parece darles la espalda. Los perso-najes elaborados por Rodrigo García son mujeres carentes de afec-to, de comprensión, que no encuentran en su día a día respuestas a su soledad. Mujeres llenas de dudas sobre sí mismas surgidas ya sea por las cartas de tarot, por una ‘homeless’ que actúa como sacerdotisa, por una relación pasajera, por un enano o por el suicidio de una antigua compañera de instituto. Un penetrante recorrido a través del alma femenina que indaga en la mujer de un modo preciso y puntillista, pero a su vez apasionado y sincero, escarbando en los problemas de sus roles protagonistas con una delicadeza discreta, sin dejarse llevar por el dramatismo que ema-nan sus amargas vidas.
Rodrigo García, gran conocedor del oficio, utiliza su dilatada experiencia para narrar estas vidas cruzadas sin ningún tipo de artificio, buscando en todo momento la máxima sim-plicidad en cada plano, dejando que sean las actrices las que mar-quen la pauta dramática de la acción. Bajo la suave partitura de Edward Sharmur, esta pequeña joya, una de las películas imprescindibles de este año, pondera su efecto con la impagable aportación de un reparto que se nutre de unas interpretaciones llevadas al extremo, soberbias composicio-nes de todas y cada una de sus actrices. Desde las inmensas creaciones habituales de Kathy Baker, Glenn Close y Holly Hunter, destacando el desgarro emocional que vierten Calista Flockhart y Valeria Golino hasta la demostración de un sobrado talento por parte de lo mejor de la función, volcado en los personajes de Amy Brenneman y, sobre todas ellas, una solemne Cameron Diaz.
‘Cosas que le diría con sólo mirarla’ compone así una triste fábula sobre el desconsuelo, sobre la infelicidad que provocan todos esos problemas ordi-narios que tiene todo hijo de vecino y que suele encontrar su pilar paliativo en el pocas veces verdadero amor. Un sentimiento que para estas siete mu-jeres es tan necesario como esquivo, pero al fin y al cabo, esperan-zador y cercano (como bien demuestra ese ilusorio final). Estamos pues ante una gran película independiente que invoca al espíritu mágico de un sufrimiento oculto en la ilusión, en el destino, en la pretensión de todo ser humano por conseguir la ansiada felicidad, en ese azar que trae la calma o en el caso más dramático, la arrebata.
(Julio Rodríguez Chico - labutaca.net)
El alma femenina que habla al mundo. En su debut como director, Rodrigo García –hijo del escritor García Márquez– bucea en el alma femenina para sacar a flote la complejidad de su mundo afectivo y mostrarnos la realidad doliente de unas mujeres sumidas en la soledad. Se trata de un nuevo retrato coral –al estilo de Vidas cruzadas de Altman o de Magnolia de P. T. Anderson– construido a través de cinco historias, con personajes que se entrecruzan en los distintos episodios, y que tienen el mismo mensaje: la necesidad de alguien que nos ame.
Comienza la película con la escena de una joven que se ha suicidado por sobredosis de pastillas; con esta ima-gen queda claro el precipicio al que se asoma la mujer que no tiene con quién compartir la vida. A continua-ción se nos irán presentando cinco historias alternas de mujeres guapas y con la vida resuelta, pero a las que les llega el momento de resolver su vida afectiva. Glenn Close da vida a una doctora angustiada por la soledad, y que consulta a una vidente de cartas para descubrir si encontrará al hombre que busca; Rebeca, una directora bancaria, decide acabar con la vida que un niño no deseado, fruto de una relación pasajera; una madre separada dedicada a escribir cuentos infantiles encontrará en su nuevo vecino –un enano de trato afable– al hombre que llene el vacío afectivo; Ally y Valeria viven el ocaso de sus relaciones lésbicas ante la inminente muerte de la segunda, enferma de sida; y por último, Amy encontrará a su hombre tras una vida abnegada cuidando de su hermana ciega, interpretada por Cameron Díaz.
Hay que alabar la mirada poética y humana con que el debutante director escruta el interior siempre complejo del alma femenina. Y que sepa trasmitirnos el estado de fragilidad de esas mujeres que buscan ocultar sus anhelos íntimos, a las que una vida resuelta en lo material no es suficiente para colmar sus ansias de felicidad. Pero decir que es una mirada humana no significa que sea profun-da porque no acierta a desentrañar las causas de esos miedos a la soledad y de esos desequilibrios emocionales. Nos presenta un panorama de familias rotas, donde la figura del padre no aparece o si lo hace es de forma adúltera, una sociedad donde el aborto es practicado como si se tratara de extirpar un grano, donde se da más crédito al tarot que a la ciencia médica, o donde lo importante es pedir amor –aunque éste sea de índole homosexual– más que darlo, como dirá la mendiga a Rebeca. Con esta desorientación y caos moral, con esta amalgama de sentimientos no resulta extraño que sus personajes sufran lo indecible.
La película progresa por la buena construcción del guión –premiado en Sudance–, con un ritmo pausa-do y un correcto engarzamiento de las historias, así como por el con-trapunto del que se sirve para acercar esas vidas de "mujeres de película" al espectador, a través de un enano o de un forense de lo más ordinario, o de un par de canarios enjaulados. También resulta acertada la espléndida interpretación del carrusel de mujeres, entre las que merece una mención especial Glenn Close (que sólo con los gestos de su cara nos da a conocer lo que ha sido su vida) y Kathy Baker (en el episodio más lírico y espe-ranzador de todos).
Tenemos, pues, un drama adulto, una mirada poética a la intimidad de la mujer de nuestro tiempo, que adolece de la profundidad de planteamientos que nuestra sociedad tampoco ha encon-trado, pero que refleja adecuadamente la crisis de quien forja su vida sobre una independencia que pronto se convierte en soledad.