Títulos en Español: La última nota, La cambiadora de páginas
Dirección: Denis Dercourt.
País: Francia.
Año: 2006.
Duración: 85 min.
Género: Drama.
Interpretación: Catherine Frot (Ariane Fouchécourt), Déborah François (Mélanie Prouvost), Pascal Greggory (Sr. Fouchécourt), Clotilde Mollet (Virginie), Xavier de Guillebon (Laurent), Christine Citti (Sra. Prouvost), Jacques Bonnaffé (Sr. Prouvost), Antoine Martynciow (Tristan), Julie Richalet (Mélanie de niña), Martine Chevallier (Sra. Onfray).
Guión: Denis Dercourt; con la colaboración con Jacques Sotty.
Producción: Michel Saint-Jean.
Música: Jérôme Lemonnier.
Fotografía: Jérôme Peyrebrune.
Montaje: François Gedigier.
Dirección artística: Antoine Platteau.
Vestuario: Antoine Platteau.
Sinopsis: Tras fracasar en su examen de ingreso al Conservatorio de piano, Melanie una niña de 10 años hija de unos carniceros, decide abandonar su instrumento favorito, todo por culpa de una juez inconsecuente, una reconocida pianista. Diez años después, se infiltra secretamente como niñera en la familia de la juez que le negó la entrada al conservatorio. Melanie ama tanto la música, que se convierte en la chica que le ayuda a pasar las páginas mientras toca su música. Surge entre ellas una extraña y apasionada atracción.
Trailer en francés:
Crítica:
(Fabien Lemercier - cineuropa.org)
La musiquita de la venganza. Un thiller refinado en el mundo amortiguado de la música clásica. Una venganza meticulosa y el frente a frente de dos actrices excepcionales filmadas por un realizador fuera de lo común.
Fenómeno del Mercado de Cine del Festival de Cannes 2006 después de una proyección pública ovacionada en Una Cierta Mirada, La tourneuse de pages, el 4° largometraje del francés Denis Dercourt marca la aparición en la escena internacional de un realizador sutil y profundamente original. Saliendo por primera vez de un sistema de producción casi artesanal e intentando el cine de suspenso, el cineasta que sigue ejerciendo en paralelo su profesión de profesor de alto y música de cámara en el Conservatorio, pone de manifiesto todo el alcance de su potencial. Ya que La tourneuse de pages ofrece múltiples facetas bajo la aparente simplicidad de su intriga: la historia de una venganza. Sobre este tema clásico del 7° arte, Denis Dercourt compuso un guión de un rigor milimetrado en un ambiente que conoce perfectamente, el de los músicos.
Primer tiempo: una niña de unos diez años, hija de carniceros y apasionada de piano, abandona su instrumento después de haber fracasado en su examen de entrada al Conservatorio por culpa de un miembro del jurado inconsecuente, una concertista celebre (Catherine Frot). Segundo tiempo: diez años más tarde, la niña convertida en una joven (Déborah François) se infiltra de incógnito como baby-sitter en la familia de la artista, esposa de un abogado (Pascal Greggory) y que vive en una distinguida solariega. Tercer tiempo: la concertista que atraviesa una fase de duda entrega toda su confianza a la recién llegada y la elige como "volteadora de páginas" (de partición) para los espectáculos futuros determinantes para su carrera, una extraña atracción se instala entre las dos mujeres.
Sobre esta trama rectilínea, el cineasta consigue en primer lugar sembrar muy eficazmente la ambigüedad sobre las motivaciones de la joven, al punto que es imposible conjeturar hasta donde está dispuesta a ir para vengarse y si improvisa a medida de las coincidencias o si manipula a sabiendas a quienes le están alrededor. Jugando a maravilla en esta zona de sombra que mantiene la inquietud del espectador, Denis Dercourt que no oculta su admiración por Les yeux sans visage de Georges Franju (1959) revela un verdadero don para la gestión del suspenso. Haciendo alternar picos de intensidad (escena de la piscina, estallido de violencia con el contrabajista...) y pasajes casi contemplativos, se apropia con fineza de las normas del thriller expresando al mismo tiempo su propia personalidad de cineasta gracias a una cámara que navega con una elegante fluidez y decorados discretamente sugestivos. Sobre todo, saca el mejor partido del gran talento de dos actrices como la experimentada y carismática Catherine Frot y la muy prometedora Déborah François. Transformada con respecto a su personaje de L’enfant de los hermanos Dardenne, la joven actriz belga abre fríamente con su interpretación enigmática y sensual de La tourneuse de pages un capítulo de su corta cinematografía a la manera de Hitchcock, corriendo el riesgo de dar ideas a numerosos cineastas. Concentrándose en la alquimia del calor y frío emocional manifestado por las dos mujeres, Denis Dercourt envuelve a sus dos personajes en el mismo marco, jugando con destreza sobre sus puntos de vista gracias a un montaje firmado François Gedigier (varias veces cómplice de Chéreau, Desplechin, Berri, y también de Lars von Trier para Dancer in the Dark). Y este enfrentamiento al femenino bañado en un clima de amenaza difusa no se complica con diálogos superfluos, destacando el universo musical gracias a una exploración muy realista, casi documental pero espléndidamente revelada en su dimensión de ficción cinematográfica, del cotidiano de los artistas (repeticiones, audiciones, conciertos). Un conjunto que hace de La tourneuse de pages un trabajo de orfebre donde la ferocidad psicológica avanza encubierta bajo el barniz de las emociones contenidas.
(La spectatrice - espectadores.wordpress.com)
Es probable que quienes hayan visto El niño de los hermanos Dardenne no se den cuenta de que la rubiecita encargada de componer a una madre precoz es la misma joven que encarna a la enigmática, especuladora y despiadada protagonista de La tourneuse de pages. En la película de Denis Dercourt, Déborah François se luce con un rol protagónico que le permite personificar de manera estremecedora a la divina venganza y, de esta manera, consolidarse como promesa del cine belga.
También es probable que quienes hayan visto la comedia Siete años de matrimonio tarden en darse cuenta de que la actriz que interpretó a aquella ama de casa desesperada a la francesa ahora hace de pianista consagrada, arrogante primero, devastada después. Catherine Frot es su nombre; pocos lo olvidarán en honor a esta transformación.
Además de ofrecer excelentes actuaciones, el largometraje de Dercourt parte de un guión muy bien armado cuyo retrato del resentimiento supera por varias cabezas a intentos parecidos. La clave de esta supremacía se encuentra en el manejo acertado de una violencia omnipresente pero, salvo escasos exabruptos, siempre calculada, contenida, acechante.
(Malabesta - www.laoffoffcritica.com)
“La última nota” retoma las siempre tormentosas relaciones entre pianistas. Ya sean destructivas como en “La pianista”, encontradas como en “Amadeus”, neuróticas como en “Shine”, políticamente incorrectas como en “Gran bola de fuego”, adúlteras como en “El piano”, psicotrópicas como en “Ray”, con patadas voladoras como en “Danny the dog”, y a falta de que alguien ruede un biopic sobre Elthon John, está claro que en el mundo del cine es mucho más sosegado el oficio de tragasables que el de pianista.
La película de Denis Dercourt, sobre un relato de David Leavit que ya llevara a la pantalla Ventura Pons en “Manjar de amor”, se centra en la vida de Mélanie (Déborah François), una dotada pianista infantil. Tras fallar en su examen de acceso al conservatorio, debido a un descuido de Ariane (Catherine Frot), una famosa intérprete y tribunal de la prueba, abandona despechada el mundo de la música. Quiere la vida, y una notablemente improbable sucesión de acontecimientos que gracias a Dios se mantienen fuera de la película, que termine una Mélanie ya adolescente trabajando como niñera de Tristan (Antoine Martynciow), el hijo de Ariane y Jean (Pascal Greggory).
“La última nota” está muy bien construida sobre un guión con bastantes lagunas. Requiere por tanto una cierta dosis de fe por parte del espectador, que ha de pasar por alto -al igual que lo hace la propia cinta- las carambolas que colocan a Mélanie en la situación de ejecutar su venganza, por ejemplo. Denis Dercourt consigue mantener la tensión de la película en casi todo momento, entre otras cosas, gracias a la escasez de diálogos. Muchas escenas, en las que los personajes de Mélanie y Ariane llenan la pantalla, están repletas de incómodos silencios que incrementan la expectación del espectador, que espera la rotura de la tensa calma en cualquier momento. La pera.
Por otro lado este mismo efecto consigue también que muchas veces la película sea bastante artificial, con situaciones y personajes que actúan de manera bastante forzada, por no entrar en las maquiavélicas maquinaciones de la protagonista o su a veces sospechoso proceder. No sé usted, pero si yo contrato una niñera callada y modosita, pero que en cuanto tiene ocasión se pone a hablar de cuál es la mejor manera de degollar a una gallina, me lo plantearía.
El eje de “La última nota” son los personajes (pasapáginas y pianista) y las interpretaciones de Déborah François y Catherine Frot. Débarah compone un personaje completamente frío, casi inexpresivo, que asiste a los acontecimientos de la película con aparente indiferencia, a pesar de que en gran parte son obra suya. Catherine en cambio da vida a una gran pianista ya venida un poco a menos y bastante más frágil, aunque en ningún momento su interpretación llegue a ser mucho más expresiva que la de su alumna/rival.
En fin, una película que engancha bastante al espectador, siempre y cuando éste ponga bastante de su parte. Recomendada para gente que toque de oído.
Director:
Denis Dercourt - Delicias minimalistas de la manipulación
Encuentro con un cineasta músico, que se apodera finamente del filme de suspenso y del thriller.
Personalidad fuera de lo común del cine francés con su doble vida de realizador de filmes y profesor en el Conservatorio, Denis Dercourt retraza para Cineuropa las razones que lo llevaron a lanzarse por la primera vez en la aventura de una producción a más grande escala para La tourneuse de pages (lit. "La volteadora de páginas). Una apuesta ganada brillantemente para un thriller sutil sin que el cineasta pierda el hilo de su originalidad al margen del sistema.
Cineuropa : ¿por qué haber elegido el tema de la venganza como hilo conductor de La tourneuse de pages ?
Denis Dercourt: Quería hacer un filme bastante físico con dos mujeres y la venganza es un tema muy cinematográfico. Escribí el guión mientras que estaba en Japón con, en la cabeza, obras como La vengeance d’un acteur de Kon Ichikawa (1963) y toda la estética japonesa, a la vez tensa y violenta. Situé mi relato en el ambiente de la música ya que lo conozco bien, pero no era lo más importante para mi. Era la idea de venganza que me interesaba.
Para su primera incursión en el universo del suspenso, Ud se ocupó en particular del rigor de la progresión del relato
Era obligatorio. Para empezar la historia de una venganza muy metódica un acercamiento riguroso se imponía porque se está ligado al tema. Y en la música, cuando se toca un instrumento, no se deja nada al azar. El guión refleja eso, muy poco subrayado. Pero la escritura fue bastante agradable ya que todo gira alrededor de la manipulación y es muy divertido escribir. ¿Mélanie (Deborah François) actúa en primer o segundo grado, se trata de casualidad o de premeditación? Es por eso que yo giré mucho los diferentes puntos de vista que fue necesario reunir en el montaje pasando constantemente del objetivo al subjetivo. Es una regla de un género bastante codificado donde la elección del punto de vista es muy importante. Cuando se leen las entrevistas de Hitchcock, se percibe que él estaba obsesionado por esta historia del subjetivo y del objetivo. Es mi primer thriller y me di cuenta también que las reglas de escritura son muy similares a las de la música con el suspenso que consiste a tender, luego a resolver, y a recomenzar. Todo eso en una trama linear porque yo quería que el filme fuera bastante simple. Fue necesario establecer desde el principio que Mélanie tenía un potencial de peligrosidad con la escena de piano machucando los dedos. Luego, después del paso al acto con la varilla del violonchelo, el espectador permanece sin cese en alerta. Es minimalista, pero intenté mantener la tensión y el suspenso introduciendo micro-acontecimientos, incluso con la banda de sonido que juega un rol esencial.
¿Cómo eligió su dúo de actrices?
Catherine Frot es una actriz que interpreta papeles de comedia trabajando mucho sobre el dominio, mientras que en mi filme, ella interpreta a un personaje que pierde el control. Es allí que se vuelve realmente conmovedora. Además, es muy respetuosa de la música y fue aconsejada para llegar a tocar realmente todo lo que se ve en la pantalla (mismo si no es la banda de sonido final). Este aspecto un poco documental en el filmado de la música es para mi muy importante. En cuanto a Deborah François, no la conocía y fue mi productor quien me la ha aconsejado. Vi L’enfant, hicimos una prueba y no me hizo falta mucho tiempo para convencerme. Es una actriz increíble. Trabajamos mucho sobre su sonrisa, este enigma, la opacidad de su personaje. Por último en relación con Pascal Greggory, incluso si su papel es un poco secundario, era necesario un actor con una fuerte presencia, el peso de un marido ausente.
¿Cuál fue su toma de posición en el plano visual?
Quería tener juntas a Catherine y Deborah en el campo ya que se creaba una fuerte tensión ente ellas. Mi manera de filmar es una especie de captación, una puesta en escena que prefiero un poco fría, distanciada. Deseaba siempre movimientos de aproximación de serpiente, pero era un poco ligado al sujeto. No hay violencia. Mi idea es que el espectador al salir tenga una especie de musiquita que continua a darle vueltas en la cabeza.
¿Por qué por la primera vez aceptó participar al juego de una producción clásica?
Al principio, quería hacer mi filme solo, rodar ligeramente, con un equipo reducido, con una cámara del ejercito ruso que había comprado y hacer pasar en Super 16. Envié algunas páginas que había rodado a Michel Saint-Jean en la óptica de una distribución y porque tengo una gran confianza en su opinión. Entonces me propuso escribir un guión normal y producir el filme. Nunca lo había hecho. El rodaje fue mucho más pesado que habitualmente, pero es una experiencia y era un poco obligatorio ya que era necesario una muy bonita imagen con dos personajes elegantes, muchachas muy bellas... Todo lo que tiene que ver con el color es pensado para dar discretamente este efecto sobre el espectador jugando sobre una cierta idea monocroma sin caer en la monotonía. Y todo esto exige tiempo y dinero.
Ud. filma a menudo relatos ligados a la música que es también su profesión en el Conservatorio. ¿Es su cine indisociable de estos temas?
Me gusta que se evoque lo que se conoce y estimo que se es más universal cuando se habla de su propia ciudad, contrariamente a lo que se podría pensar. Y además, filmo más el trabajo de la música que la música. Me parece fascinante con las horas de ejercicio y ese marco auditivo magnifico. Hay un poco de coacción, de belleza, de conceptos que son a la vez fuera de modo y siempre presentes. Sobre el plan personal, dirijo a jóvenes músicos profesionales y el tiempo que paso con ellos es como un entrenamiento con respecto a mi trabajo con los actores. Cuando se es músico, se es también muy sensible a la relación con el espectador, a la gestión del tiempo.
(Fuentes: www.elseptimoarte.net, www.labutaca.net, cineuropa.org)
Dirección: Denis Dercourt.
País: Francia.
Año: 2006.
Duración: 85 min.
Género: Drama.
Interpretación: Catherine Frot (Ariane Fouchécourt), Déborah François (Mélanie Prouvost), Pascal Greggory (Sr. Fouchécourt), Clotilde Mollet (Virginie), Xavier de Guillebon (Laurent), Christine Citti (Sra. Prouvost), Jacques Bonnaffé (Sr. Prouvost), Antoine Martynciow (Tristan), Julie Richalet (Mélanie de niña), Martine Chevallier (Sra. Onfray).
Guión: Denis Dercourt; con la colaboración con Jacques Sotty.
Producción: Michel Saint-Jean.
Música: Jérôme Lemonnier.
Fotografía: Jérôme Peyrebrune.
Montaje: François Gedigier.
Dirección artística: Antoine Platteau.
Vestuario: Antoine Platteau.
Sinopsis: Tras fracasar en su examen de ingreso al Conservatorio de piano, Melanie una niña de 10 años hija de unos carniceros, decide abandonar su instrumento favorito, todo por culpa de una juez inconsecuente, una reconocida pianista. Diez años después, se infiltra secretamente como niñera en la familia de la juez que le negó la entrada al conservatorio. Melanie ama tanto la música, que se convierte en la chica que le ayuda a pasar las páginas mientras toca su música. Surge entre ellas una extraña y apasionada atracción.
Trailer en francés:
Crítica:
(Fabien Lemercier - cineuropa.org)
La musiquita de la venganza. Un thiller refinado en el mundo amortiguado de la música clásica. Una venganza meticulosa y el frente a frente de dos actrices excepcionales filmadas por un realizador fuera de lo común.
Fenómeno del Mercado de Cine del Festival de Cannes 2006 después de una proyección pública ovacionada en Una Cierta Mirada, La tourneuse de pages, el 4° largometraje del francés Denis Dercourt marca la aparición en la escena internacional de un realizador sutil y profundamente original. Saliendo por primera vez de un sistema de producción casi artesanal e intentando el cine de suspenso, el cineasta que sigue ejerciendo en paralelo su profesión de profesor de alto y música de cámara en el Conservatorio, pone de manifiesto todo el alcance de su potencial. Ya que La tourneuse de pages ofrece múltiples facetas bajo la aparente simplicidad de su intriga: la historia de una venganza. Sobre este tema clásico del 7° arte, Denis Dercourt compuso un guión de un rigor milimetrado en un ambiente que conoce perfectamente, el de los músicos.
Primer tiempo: una niña de unos diez años, hija de carniceros y apasionada de piano, abandona su instrumento después de haber fracasado en su examen de entrada al Conservatorio por culpa de un miembro del jurado inconsecuente, una concertista celebre (Catherine Frot). Segundo tiempo: diez años más tarde, la niña convertida en una joven (Déborah François) se infiltra de incógnito como baby-sitter en la familia de la artista, esposa de un abogado (Pascal Greggory) y que vive en una distinguida solariega. Tercer tiempo: la concertista que atraviesa una fase de duda entrega toda su confianza a la recién llegada y la elige como "volteadora de páginas" (de partición) para los espectáculos futuros determinantes para su carrera, una extraña atracción se instala entre las dos mujeres.
Sobre esta trama rectilínea, el cineasta consigue en primer lugar sembrar muy eficazmente la ambigüedad sobre las motivaciones de la joven, al punto que es imposible conjeturar hasta donde está dispuesta a ir para vengarse y si improvisa a medida de las coincidencias o si manipula a sabiendas a quienes le están alrededor. Jugando a maravilla en esta zona de sombra que mantiene la inquietud del espectador, Denis Dercourt que no oculta su admiración por Les yeux sans visage de Georges Franju (1959) revela un verdadero don para la gestión del suspenso. Haciendo alternar picos de intensidad (escena de la piscina, estallido de violencia con el contrabajista...) y pasajes casi contemplativos, se apropia con fineza de las normas del thriller expresando al mismo tiempo su propia personalidad de cineasta gracias a una cámara que navega con una elegante fluidez y decorados discretamente sugestivos. Sobre todo, saca el mejor partido del gran talento de dos actrices como la experimentada y carismática Catherine Frot y la muy prometedora Déborah François. Transformada con respecto a su personaje de L’enfant de los hermanos Dardenne, la joven actriz belga abre fríamente con su interpretación enigmática y sensual de La tourneuse de pages un capítulo de su corta cinematografía a la manera de Hitchcock, corriendo el riesgo de dar ideas a numerosos cineastas. Concentrándose en la alquimia del calor y frío emocional manifestado por las dos mujeres, Denis Dercourt envuelve a sus dos personajes en el mismo marco, jugando con destreza sobre sus puntos de vista gracias a un montaje firmado François Gedigier (varias veces cómplice de Chéreau, Desplechin, Berri, y también de Lars von Trier para Dancer in the Dark). Y este enfrentamiento al femenino bañado en un clima de amenaza difusa no se complica con diálogos superfluos, destacando el universo musical gracias a una exploración muy realista, casi documental pero espléndidamente revelada en su dimensión de ficción cinematográfica, del cotidiano de los artistas (repeticiones, audiciones, conciertos). Un conjunto que hace de La tourneuse de pages un trabajo de orfebre donde la ferocidad psicológica avanza encubierta bajo el barniz de las emociones contenidas.
(La spectatrice - espectadores.wordpress.com)
Es probable que quienes hayan visto El niño de los hermanos Dardenne no se den cuenta de que la rubiecita encargada de componer a una madre precoz es la misma joven que encarna a la enigmática, especuladora y despiadada protagonista de La tourneuse de pages. En la película de Denis Dercourt, Déborah François se luce con un rol protagónico que le permite personificar de manera estremecedora a la divina venganza y, de esta manera, consolidarse como promesa del cine belga.
También es probable que quienes hayan visto la comedia Siete años de matrimonio tarden en darse cuenta de que la actriz que interpretó a aquella ama de casa desesperada a la francesa ahora hace de pianista consagrada, arrogante primero, devastada después. Catherine Frot es su nombre; pocos lo olvidarán en honor a esta transformación.
Además de ofrecer excelentes actuaciones, el largometraje de Dercourt parte de un guión muy bien armado cuyo retrato del resentimiento supera por varias cabezas a intentos parecidos. La clave de esta supremacía se encuentra en el manejo acertado de una violencia omnipresente pero, salvo escasos exabruptos, siempre calculada, contenida, acechante.
(Malabesta - www.laoffoffcritica.com)
“La última nota” retoma las siempre tormentosas relaciones entre pianistas. Ya sean destructivas como en “La pianista”, encontradas como en “Amadeus”, neuróticas como en “Shine”, políticamente incorrectas como en “Gran bola de fuego”, adúlteras como en “El piano”, psicotrópicas como en “Ray”, con patadas voladoras como en “Danny the dog”, y a falta de que alguien ruede un biopic sobre Elthon John, está claro que en el mundo del cine es mucho más sosegado el oficio de tragasables que el de pianista.
La película de Denis Dercourt, sobre un relato de David Leavit que ya llevara a la pantalla Ventura Pons en “Manjar de amor”, se centra en la vida de Mélanie (Déborah François), una dotada pianista infantil. Tras fallar en su examen de acceso al conservatorio, debido a un descuido de Ariane (Catherine Frot), una famosa intérprete y tribunal de la prueba, abandona despechada el mundo de la música. Quiere la vida, y una notablemente improbable sucesión de acontecimientos que gracias a Dios se mantienen fuera de la película, que termine una Mélanie ya adolescente trabajando como niñera de Tristan (Antoine Martynciow), el hijo de Ariane y Jean (Pascal Greggory).
“La última nota” está muy bien construida sobre un guión con bastantes lagunas. Requiere por tanto una cierta dosis de fe por parte del espectador, que ha de pasar por alto -al igual que lo hace la propia cinta- las carambolas que colocan a Mélanie en la situación de ejecutar su venganza, por ejemplo. Denis Dercourt consigue mantener la tensión de la película en casi todo momento, entre otras cosas, gracias a la escasez de diálogos. Muchas escenas, en las que los personajes de Mélanie y Ariane llenan la pantalla, están repletas de incómodos silencios que incrementan la expectación del espectador, que espera la rotura de la tensa calma en cualquier momento. La pera.
Por otro lado este mismo efecto consigue también que muchas veces la película sea bastante artificial, con situaciones y personajes que actúan de manera bastante forzada, por no entrar en las maquiavélicas maquinaciones de la protagonista o su a veces sospechoso proceder. No sé usted, pero si yo contrato una niñera callada y modosita, pero que en cuanto tiene ocasión se pone a hablar de cuál es la mejor manera de degollar a una gallina, me lo plantearía.
El eje de “La última nota” son los personajes (pasapáginas y pianista) y las interpretaciones de Déborah François y Catherine Frot. Débarah compone un personaje completamente frío, casi inexpresivo, que asiste a los acontecimientos de la película con aparente indiferencia, a pesar de que en gran parte son obra suya. Catherine en cambio da vida a una gran pianista ya venida un poco a menos y bastante más frágil, aunque en ningún momento su interpretación llegue a ser mucho más expresiva que la de su alumna/rival.
En fin, una película que engancha bastante al espectador, siempre y cuando éste ponga bastante de su parte. Recomendada para gente que toque de oído.
Director:
Denis Dercourt - Delicias minimalistas de la manipulación
Encuentro con un cineasta músico, que se apodera finamente del filme de suspenso y del thriller.
Personalidad fuera de lo común del cine francés con su doble vida de realizador de filmes y profesor en el Conservatorio, Denis Dercourt retraza para Cineuropa las razones que lo llevaron a lanzarse por la primera vez en la aventura de una producción a más grande escala para La tourneuse de pages (lit. "La volteadora de páginas). Una apuesta ganada brillantemente para un thriller sutil sin que el cineasta pierda el hilo de su originalidad al margen del sistema.
Cineuropa : ¿por qué haber elegido el tema de la venganza como hilo conductor de La tourneuse de pages ?
Denis Dercourt: Quería hacer un filme bastante físico con dos mujeres y la venganza es un tema muy cinematográfico. Escribí el guión mientras que estaba en Japón con, en la cabeza, obras como La vengeance d’un acteur de Kon Ichikawa (1963) y toda la estética japonesa, a la vez tensa y violenta. Situé mi relato en el ambiente de la música ya que lo conozco bien, pero no era lo más importante para mi. Era la idea de venganza que me interesaba.
Para su primera incursión en el universo del suspenso, Ud se ocupó en particular del rigor de la progresión del relato
Era obligatorio. Para empezar la historia de una venganza muy metódica un acercamiento riguroso se imponía porque se está ligado al tema. Y en la música, cuando se toca un instrumento, no se deja nada al azar. El guión refleja eso, muy poco subrayado. Pero la escritura fue bastante agradable ya que todo gira alrededor de la manipulación y es muy divertido escribir. ¿Mélanie (Deborah François) actúa en primer o segundo grado, se trata de casualidad o de premeditación? Es por eso que yo giré mucho los diferentes puntos de vista que fue necesario reunir en el montaje pasando constantemente del objetivo al subjetivo. Es una regla de un género bastante codificado donde la elección del punto de vista es muy importante. Cuando se leen las entrevistas de Hitchcock, se percibe que él estaba obsesionado por esta historia del subjetivo y del objetivo. Es mi primer thriller y me di cuenta también que las reglas de escritura son muy similares a las de la música con el suspenso que consiste a tender, luego a resolver, y a recomenzar. Todo eso en una trama linear porque yo quería que el filme fuera bastante simple. Fue necesario establecer desde el principio que Mélanie tenía un potencial de peligrosidad con la escena de piano machucando los dedos. Luego, después del paso al acto con la varilla del violonchelo, el espectador permanece sin cese en alerta. Es minimalista, pero intenté mantener la tensión y el suspenso introduciendo micro-acontecimientos, incluso con la banda de sonido que juega un rol esencial.
¿Cómo eligió su dúo de actrices?
Catherine Frot es una actriz que interpreta papeles de comedia trabajando mucho sobre el dominio, mientras que en mi filme, ella interpreta a un personaje que pierde el control. Es allí que se vuelve realmente conmovedora. Además, es muy respetuosa de la música y fue aconsejada para llegar a tocar realmente todo lo que se ve en la pantalla (mismo si no es la banda de sonido final). Este aspecto un poco documental en el filmado de la música es para mi muy importante. En cuanto a Deborah François, no la conocía y fue mi productor quien me la ha aconsejado. Vi L’enfant, hicimos una prueba y no me hizo falta mucho tiempo para convencerme. Es una actriz increíble. Trabajamos mucho sobre su sonrisa, este enigma, la opacidad de su personaje. Por último en relación con Pascal Greggory, incluso si su papel es un poco secundario, era necesario un actor con una fuerte presencia, el peso de un marido ausente.
¿Cuál fue su toma de posición en el plano visual?
Quería tener juntas a Catherine y Deborah en el campo ya que se creaba una fuerte tensión ente ellas. Mi manera de filmar es una especie de captación, una puesta en escena que prefiero un poco fría, distanciada. Deseaba siempre movimientos de aproximación de serpiente, pero era un poco ligado al sujeto. No hay violencia. Mi idea es que el espectador al salir tenga una especie de musiquita que continua a darle vueltas en la cabeza.
¿Por qué por la primera vez aceptó participar al juego de una producción clásica?
Al principio, quería hacer mi filme solo, rodar ligeramente, con un equipo reducido, con una cámara del ejercito ruso que había comprado y hacer pasar en Super 16. Envié algunas páginas que había rodado a Michel Saint-Jean en la óptica de una distribución y porque tengo una gran confianza en su opinión. Entonces me propuso escribir un guión normal y producir el filme. Nunca lo había hecho. El rodaje fue mucho más pesado que habitualmente, pero es una experiencia y era un poco obligatorio ya que era necesario una muy bonita imagen con dos personajes elegantes, muchachas muy bellas... Todo lo que tiene que ver con el color es pensado para dar discretamente este efecto sobre el espectador jugando sobre una cierta idea monocroma sin caer en la monotonía. Y todo esto exige tiempo y dinero.
Ud. filma a menudo relatos ligados a la música que es también su profesión en el Conservatorio. ¿Es su cine indisociable de estos temas?
Me gusta que se evoque lo que se conoce y estimo que se es más universal cuando se habla de su propia ciudad, contrariamente a lo que se podría pensar. Y además, filmo más el trabajo de la música que la música. Me parece fascinante con las horas de ejercicio y ese marco auditivo magnifico. Hay un poco de coacción, de belleza, de conceptos que son a la vez fuera de modo y siempre presentes. Sobre el plan personal, dirijo a jóvenes músicos profesionales y el tiempo que paso con ellos es como un entrenamiento con respecto a mi trabajo con los actores. Cuando se es músico, se es también muy sensible a la relación con el espectador, a la gestión del tiempo.
(Fuentes: www.elseptimoarte.net, www.labutaca.net, cineuropa.org)